jueves, 18 de noviembre de 2010

TRECE ARRAS DE PLATA.

Cuando nos casamos Mary Paz y yo, nos regaló mi suegro trece monedas de plata de a cien pesetas que fueron nuestras arras.


Ahora, treinta y cinco años y pico después, han vuelto a cumplir esa misión en la boda de nuestro hijo mayor.
Sin profundizar el el sentido simbólico de las arras, espero que este rito desaparezca en las ceremonias de matrimonio; pero hasta ahora ha sido así y estas trece monedas tienen un sitio entre mis fetiches.

martes, 19 de octubre de 2010

LA CUCHARA DE MI ABUELA

Mentiría si dijese que mi abuela me enseñó a guisar, nada más lejos de su intención. Si me hubiera visto con un mandil puesto, me habría amenazado con terribles mutilaciones.
Eso sí, aprendí mucho de ella.
Tenía en su casa una de esas cocinas antiguas que llamaban “económicas” y que funcionaban con carbón. Tenían unos hornillos cubiertos por una serie de placas concéntricas que se solapaban unas sobre otras dejando aparecer por debajo más o menos viveza en el fuego.
En la alacena de aquella casa había siempre un puchero con tomatada que servía para acompañar cualquier guiso.
Recuerdo a mi abuela haciendo aquella salsa en una de esas sartenes de hierro profundas, con dos asas de la que se desprendía un olor que se marcó en mi memoria con tal fuerza que nunca se me podrá olvidar.
Ella machacaba el guiso constantemente, probaba su correcta sazón y le daba vueltas con esta cuchara que, a fuerza de uso perdió la punta y quedó desgastada de esta forma tan particular.

viernes, 8 de octubre de 2010

CAJITA DE SELLOS.

En el anticuario de Lincoln donde la compré no sabían qué era. En realidad había entrado buscando otra cosa. La ví, la cogí, la abrí y pregunté el precio: ¡¡¡Dos libras!!!. No, no se había equivocado, la etiqueta autoadhesiva marcaba esa cantidad (₤ 2).
Evidentemente, la compré.
Por señas, (yo no hablo ni una palabra de inglés) la señora del anticuario me dijo que se trataba de un joyero. O eso entendí yo, ya que se señalaba el dedo anular y el lóbulo de la oreja y metía en la cajita unos imaginarios anillos y pendientes.
Puse cara de excéptico, negué con la cabeza y me llevé los dedos índice y corazón a la punta de la lengua, luego a la superficie del mostrador y dí un pequeño puñetazo encima.
- ¡Ah, stamp!
- ¡Yes!

Entoces fue cuando ella movió la cabeza, esta vez en sentido afirmativo, y repetía: ¡Stamp, yes!
Es una cajita de bronce o al menos metal dorado. Tiene un peso considerable.
No creo que sea muy antigua; pero me sirve para guardar los sellos. Y si me guardáis el secreto: También hace, a veces, las funciones de joyero.

martes, 7 de septiembre de 2010

RELOJ DESPERTADOR DE SOBREMESA

No sé su antigüedad, sólo sé que estaba ya en casa de mis abuelos a principios de los años 30 del siglo pasado.
Recuerdo a mi abuela dándole cuerda todas las noches con la llavecita que lleva sujeta a la puerta trasera, desde la que se ve toda la maquinaria.
Mi padre lo odiaba, lo llamaba despectivamente "el caldero" por el ruido que hacen sus tripas de metal cuando está en funcionamiento porque  le impedían conciliar el sueño. Cuando me casé, me lo regaló encantado de no volver a verlo.
Funcionaría perfectamente si volviera, como mi abuela, a darle cuerda todas las noches.

martes, 29 de junio de 2010

CAMPANILLA DE BRONCE

Esta es una de esas piezas heredadas que, de puro fea, estaba perdida dentro de una caja de cartón que estaba perdida al fondo de un armario y que apareció en uno de esos traslados de casa en los que lo normal es perderle la pista.

- ¿Dónde vas con eso?. ¡Con lo fea que es!. A mí de pequeña me daba miedo. Mira, además está rota.

- Pues a mí me gusta.



Y aquí la tengo, en la estantería del despacho junto a las cámaras, las antiguas máquinas de escribir, las cachimbas, la colección de minerales y fósiles...

Es una campanilla de bronce que mide 11 cm. de altura. Representa a una elegante dama vestida al estilo Luis XIV o Luis XV, de finales del S. XVIII, época en la que supongo, está fabricada la campanilla.

De vez en cuando la cojo y la hago sonar. Tiene un tintineo no demasiado agudo como de basílica, de invitar al silencio, de prestar atención.

Me la imagino en la mesa de despacho de un antepasado notario, de amplias y canosas patillas haciéndola sonar para ver aparecer por la puerta al amanuense cargando pliegos de papel con la tinta todavía fresca.

viernes, 18 de junio de 2010

CÁMARA FOTOGRÁFICA DE CAJÓN.

Hace ya un montón de años, motivos profesionales me llevaron a trabajar la fotografía en el aula. Montamos un laboratorio fotográfico en una habitación vacía y en él iniciábamos a nuestros alumnos a jugar con la luz y el papel sensible. Enseñamos a los niños a fabricar una cámara con una caja de zapatos pintada de color negro por dentro con un pequeño orificio que le servía de objetivo.

Busqué sin éxito una cámara primitiva para saber cómo se hacían las fotos más antiguas. Hasta que, por fin, encontré ésta en una almoneda de Birmingham. La cantidad que me pidieron por ella era tan ridícula que no dudé en comprarla. Me costó 3 Libras

Es una cámara de cajón Houghton-Butcher fabricada en 1912. Está dotada de una lente de menisco, dos aperturas y dos velocidades una instantánea y otra permanente. Tiene un encuadre directo y dos prismas uno vertical y otro para apaisado.

Usa película de medida inglesa de 2 ¼ B que aún se puede encontrar en tiendas especializadas o a través de Internet. El problema es el revelado, ya no hay laboratorios y los aficionados que lo tienen, no suelen disponer de condensadores para este paso de película.

Es la primera de esta pequeña colección que desde entonces no ha dejado de aumentar. Todas ellas en perfecto estado y listas para funcionar si fuere preciso.

miércoles, 9 de junio de 2010

MI COLECCIÓN DE COPAS.

Coleccionar vidrios es hacer una apuesta por la integridad física de la propia colección. Creo que es la colección más frágil que se pueda tener.
La empecé hace ya muchos años y hoy tengo más de doscientos ejemplares traídos de todas las partes del mundo.

Ninguna pieza ha sido robada (Al menos por mí). Muchas de ellas, sobre todo las venidas de fuera son regalos que acepto con gusto. Las más de las veces son copas o vasos que vienen de regalo cuando compras el estuche, otras veces los he comprado en bares o cafeterías, en las que me han pedido cantidades dificilmente asumibles o me los han regalado de mil amores.


El verano pasado, mi hermana paqueña me mandó una caja llena, lo que le dió un buen impulso a la colección.


Mi ejemplar más valioso es un vaso de cerveza traído de la India.


La última adquisición ha sido una copa que me ha traído desde Bélgica un compañero de trabajo de mi hija en Lisboa, Tom Lapage. Por supuesto, la tengo puesta en sitio de honor.

lunes, 31 de mayo de 2010

Este diario ha sido durante mucho tiempo la exposición pública de una actividad del Ateneo de Cáceres. Ahora, después de la última actualización de la Web, he migrado toda la información a ella, que es donde debe estar.
En vez de cerrar este blog, he decidido exponer mis propios fetiches, mis manías, mis recuerdos.